De ahí salen melodías y letras que cuando se encuentran, funcionan porque sí. Nacen con la fuerza de quien cree en ellas, y lucen orgullosas vestidas con el mejor de sus trajes, el de una guitarra eléctrica con resonancias de espagueti western, morriconiana, cíclica, concéntrica.
Cuando sobra talento, lo demás es relleno, tanto en la propia música como en las interpretaciones o notas de prensa descriptivas que acompañan estos trabajos. La superposición de capas en la producción o incluso la desnudez del primer encuentro con los acordes acústica en mano, las etiquetas, la búsqueda de un género, de una referencia mayor, sobra. La canción sobrevuela por encima de un todo que huele a verdad, a sinceridad, a convicción. Nada mejor que el amor propio y la honestidad. Vencen a la pose y al copy/paste.
Voz desgarrada, guitarra maestra, Said Muti encontró el complemento perfecto a sus composiciones en Juanma Barroso, que convierte su canción de autor en la versión musical de las road movies, (¿rock de carretera?). Largas rectas polvorientas y atravesadas por aulagas. Historias que imaginas a velocidad de vértigo, a cielo azul descubierto, calor sofocante bajo un sol implacable, pero que encuentra respiro en la barra de algún bar. Un disco de sonidos añejos, de recuerdos de salón, humo y aguardiente, de tabaco de mascar; y también de cuartos con bañeras espumosas, hombres solitarios y mujeres que esperan. Son canciones con corazón, cenizas,reinas, náufragos, disparos y muchos kilómetros por delante. Si Marcial La fuente Estefanía hubiera sido rockero, Said Muti sería su reencarnación.