Son muchos quienes consideran a los poetas una especie de seres taciturnos, volcados hacia una intimidad sin límites, que experimentan con conciencia su propio dolor y el ajeno, y proyectan una voz crítica que retumba más allá del tiempo y el espacio.
Otros piensan que los poetas son bohemios empedernidos, ocupados de sí mismos, que viven en escenarios llenos de conversaciones pedantes sobre temas donde solamente su ego tiene cabida. Para algunos ser poeta es un compromiso consigo mismo, una forma de sentir la vida y sus misterios, una reflexión continua y profunda sobre la existencia humana, convertirse en una mediación entre el yo y todo lo demás... un don... una locura... una maldición.